Son armas formadas por un contenedor y un número variable de submuniciones. Los “contenedores” son lanzados desde aviones o artillería terrestre, se abren y dispersan las submuniciones, que están diseñadas para explotar cuando alcanzan el blanco, que pueden ser soldados o vehículos blindados. La mayoría de las bombas de racimo contienen cientos de submuniciones sin sistema de guiado que cubren toda un área con explosiones y metralla.
¿Por qué son un problema para los civiles?
Son un problema durante los ataques porque cubren de metralla y explosiones un área muy amplia. Esto significa que cuando se usan en áreas habitadas o cerca de ellas, no distinguen entre objetivos militares y los civiles que pueda haber en el lugar. Muchos conflictos actuales, además, se han librado al menos en parte en zonas urbanas, donde es imposible distinguir entre los objetivos.
La mayoría de los ejércitos modernos tienen bombas de racimo, a las que consideran importantes para su estrategia militar. Esto significa que probablemente serán un problema para los civiles, también en futuros conflictos.
Pero éste no es el único problema. Debido a la cantidad de submuniciones que porta cada bomba, y a que una parte de ellas falla y no explota al alcanzar el blanco, las áreas bombardeadas con este tipo de arma resultan contaminadas con explosivos.
Las municiones que quedan en el suelo, los árboles o las viviendas pueden explotar posteriormente, cuando un niño las coge para jugar con ellas (por los colores brillantes que tienen en ocasiones, los niños creen que se trata de juguetes), o cuando alguien trabajando en la agricultura las pisa. Funcionan, así, como minas antipersonales. Esto es un riesgo importante hasta largo tiempo después de terminado el conflicto.
¿Por qué son un problema mayor que otras armas?
Hay varias razones para ello. Las armas diseñadas para alcanzar objetivos enemigos en un área de territorio se denominan “armas de área”. Todas ellas son problemáticas cuando se usan en zonas donde hay población civil. Sin embargo, la fuerza explosiva de un ataque con bombas de racimo cubre un área más amplia que el objetivo que se pretende alcanzar. Esto significa que puede alcanzar objetivos no militares. Los civiles sufren, por ello, mayores riesgos. A la vez, la cantidad y densidad de municiones sin explotar después de un ataque con bombas de racimo es mayor que el que se produce con otras armas. Esto hace más probable que los civiles resulten afectados después del conflicto.
Si un ejército no puede usar bombas de racimo, ¿usará otro tipo de arma cuyo efecto puede ser peor?
Las fuerzas armadas deben acatar el Derecho Internacional Humanitario (DIH). Por las características de las bombas de racimo y la forma en que se usan, es muy difícil cumplir con el DIH. Y si no usan bombas de racimo, no necesariamente necesitarán un número mayor de bombas “individuales” sino que tienen otras opciones. La afirmación de que “si no violamos el DIH de una forma, lo haremos de otra forma peor”, sencillamente no es válida.
Las fuerzas armadas modernas han invertido grandes cantidades de dinero para investigar y producir armas con sistemas de guiado y mucho más precisas, para evitar matar o herir a civiles. El uso de bombas de racimo pone en duda ese compromiso con la protección de los civiles.
¿Y qué ocurre con la nueva generación de bombas de racimo con sistemas de guiado?
La mayoría de los arsenales de bombas de racimo que existen en el mundo son armas sin sistemas de guiado y con gran número de submuniciones que no explotan. Se trata de armas poco fiables y muy imprecisas, cuyos efectos nefastos para los civiles están sobradamente comprobados.
Las nuevas armas con sistemas de guiado se han usado muy poco hasta el momento, y hay pocas evaluaciones sobre su efecto sobre los civiles. Corresponde a los gobiernos demostrar que no tienen ese efecto perjudicial. El desarrollo de nuevos tipos de arma no exime a los gobiernos de su deber de adoptar medidas contra las armas de efectos indiscriminados.
¿Y las armas que tienen sistemas de autodestrucción?
Reducir el número de municiones que permanecen sin explotar mediante sistemas de autodestrucción o neutralización reduciría la amenaza, si esto fuera cierto. Pero hasta el momento no se ha logrado que la fiabilidad de esos sistemas sea absoluta y la gente sigue muriendo como consecuencia del uso de estas armas. Los productores, que siguen fabricando y vendiendo por todo el mundo armas con altos niveles de error, no se han mostrado hasta el momento muy dispuestos a invertir en sistemas que las hagan más fiables. Además, si la supuesta mayor fiabilidad hace que se usen en más y más conflictos, al final los civiles serán otra vez los perjudicados.
¿Cuántos civiles han muerto como consecuencia del uso de estas armas?
Es imposible saber con exactitud cuántos civiles han resultado muertos o heridos por las armas de racimo. Sin embargo, los informes sobre conflictos concretos en los que se utilizaron muestran que una parte importante de los civiles muertos lo fueron como consecuencia de estas armas. Human Rights Watch demostró en 2003 que cientos de civiles murieron en Irak como consecuencia del uso de armas de racimo por la coalición ocupante. Las municiones sin explotar han matado a miles de civiles en Laos, Camboya y Vietnam.
Y el más reciente informe de Handicap International ha documentado la muerte de más de 11.000 civiles en 23 conflictos de todo el mundo (y esto sólo es la cifra que se ha podido demostrar documentalmente a pesar de las dificultades; el cálculo total podría acercarse a 100.000).
¿Qué dicen los Convenios de Ginebra y el Derecho Internacional Humanitario acerca de este problema?
No hay ningún tratado internacional que aborde de forma específica la cuestión de las bombas de racimo. Otras armas de efectos indiscriminados, como las minas antipersonales o las bombas incendiarias, están sujetas a reglas que complementan y refuerzan las normas generales del DIH aplicables en todo conflicto armado. Es necesario regular las bombas de racimo por su efecto sobre grandes territorios y por la cantidad de munición sin explotar que queda después de un conflicto.
Muchos países se oponen a regularlas de forma expresa porque dicen que las normas existentes son suficientes. Esta afirmación puede ponerse en duda porque, si fuera cierta, las bombas de racimo no habrían causado las graves consecuencias humanitarias que efectivamente han tenido. Si la ley existente no puede atajar un problema, quizá es que la ley no es suficiente. En cualquier caso, nuevas reglas al respecto vendrían a reforzar las ya existentes, que se aplican a todas las armas y conflictos.
Las armas de racimo plantean problemas específicos en relación a los tres principios fundamentales del DIH:
- Distinción: esta regla prohíbe los ataques indiscriminados, es decir, aquellos que no distinguen entre objetivos civiles y militares.
- Proporcionalidad: esto implica que la ventaja militar concreta que se pretende lograr con un ataque debe ser mayor que los daños que ese ataque puede causar sobre los civiles. Esta regla es compleja y en ocasiones los ejércitos la interpretan y aplican de formas diferentes.
- Precaución: deben tomarse todas las precauciones para minimizar los eventuales daños contra los civiles. Esto incluye advertencias sobre la amenaza de municiones sin explotar.